Existe cierta ambigüedad respecto a la historia de los gatos, que sin duda se han convertido en las mascotas perfectas para todo tipo de hogar, pero más aún para los más pequeños. Desde su aparición estuvieron rodeados de prejuicios, propio del desconocimiento generalizado que existe en torno a su origen. En este post hablaremos de los gatos egipcios, puesto que esta cultura ha venerado y considerado de manera particular a estos felinos desde hace milenios.
Las principales características de los gatos egipcios (entre los más comunes) es el hecho de carecer pelaje. Cada vez que vemos un gato así, pensamos en los problemas que podía presentar cualquier gato común, sin embargo esto no les afecta en lo absoluto para llevar una vida tranquila. No se trata de un defecto, tampoco de una enfermedad, solo se debe a una cuestión genética que ha hecho que estos felinos se vean “desnudos”.
El lado positivo de no tener pelo lo brinda la naturaleza ya que es compensado con una temperatura corporal que muchas veces es hasta 4 grados más arriba del común de los gatos. Asimismo la carencia de bigote no le impide ser un estupendo cazador de roedores como cualquier pariente suyo.
Lo que muchos no saben es que en verdad no son totalmente carentes de pelo, su cuerpo se encuentra recubierto de una fina capa que se parece a una gamuza que está prácticamente imperceptible a la vista y al tacto.
El cuerpo del gato egipcio es mediano y su peso se encuentra alrededor de los 3.5 y 5 kilos, cuenta con un abdomen redondeado y una apariencia musculosa. La cabeza es de tamaño medio, con frente plana, pómulos prominentes y hocico redondeado. Sus orejas son más grandes, anchas en la base y abiertas que no cuentan con nada de pelo al interior. Los ojos son de un tono limón redondeado. El tamaño de la cola es proporcional a su cuerpo.